lunes, 12 de mayo de 2008

Personajes: David/ Bud


David es un adolescente patoso típico. Es bajo, con la piel con algunos granos, sin nada que lo diferencie positivamente del resto. Sus relaciones sociales están muy limitadas. No habla directamente con la chica que le gusta, sigo que hace como que habla con ella en la distancia, mientras ella sonríe y bromea con otro chico. El único amigo con el que le vemos es muy parecido a él, tanto en los intereses (están hablando emocionados del maratón de Pleasantville), como en la forma de vestir.
David vive inmerso, inconscientemente, en una fantasía de perfección, que se personifica en Pleasantville. Su vida familiar está muy desestructurada, ya que sus padres están divorciados y no se llevan bien, su padre no tiene tiempo (o ganas) para verlos y su madre intenta encontrar la felicidad en una sucesión de novios sin futuro. No se lleva bien con su hermana melliza Jennifer, ya que ella es todo lo que él no es. Precisamente por ello Pleasantville se convierte para él en una fuente de evasión de esa realidad. Allí los padres adoran a sus hijos, todo el mundo se quiere, los hermanos protagonistas se ayudan y apoyan y todo es perfecto, puro e inocente.
Por ello cuando entran en Pleasantville, él intenta preservar esa ingenuidad en contrapunto a Jennifer. David quiere que todo siga igual y cuando se da cuenta de que su entrada en Pleasantville rompe el hechizo convence a Jennifer de que se limite a seguir la trama, sin darse cuenta de las consecuencias que traerá.
El cambio en la actitud de David viene dado por varias causas. La primera es que Betty, su madre de ficción, se vuelve de color y él la ayuda a maquillarse para que no se le note. Aunque la ayuda, David comienza a darse cuenta de la hipocresía que existe en el pueblo. Otra es que Margaret Henderson se muestra interesada por él y le hace unas galletas (que deberían haber sido para otro chico del pueblo). Cuando ella acepta salir con él, David comienza a cambiar de actitud al respecto de lo que deberían saber o no los habitantes de Pleasantville. La muestra más clara de que su actitud ha cambiado, a parte de salir con Margaret y comer de la manzana, es que cuando le piden que les hable de los libros, que se van escribiendo conforme los narra, lo hace sin poner impedimentos (algo anteriormente impensable para un fan de la inamovible sociedad de Pleasantville).
El personaje acoge finalmente una opinión diferente sobre lo que ocurre en Pleasantville, a partir de los disturbios, precedidos del cuadro- escaparate que Bill hace de Betty. No se llega a colorear hasta que, viendo como unos niñatos acosan a Betty, golpea a uno de ellos. Se colorea porque finalmente toma partido, porque se da cuenta de la importancia de la diferencia, de ser como uno realmente es.
En la escena en la que ha dibujado junto a Bill un mural que narra todo lo que ha sucedido en Pleasantville, el personaje toma toda la grandeza que le encumbrará hasta el final de la cinta. Cuando les descubren durmiendo frente al muro de día, no huyen. Él no muestra ningún tipo de miedo. Sonríe, claramente sonríe, como si hubiera entendido de una vez por todas que aquello por lo que les pueden condenar es lo mismo que lo que les vuelve sagrados. A partir de ahí se enfrenta a las posibles represalias con la tranquilidad del que se sabe más sabio, del que es consciente que antes o después le deben dar la razón porque la tiene.
El personaje de David aprende mucho más en Pleasantville de lo que hubiera aprendido en la vida real en diez años más. Después de hacer ver al alcalde que el color (como metáfora de la diversidad de pensamiento) es algo que la gente lleva dentro y eso no se puede parar, es conciente de que debe volver a su mundo para arreglar las cosas a las que allí no había prestado atención. Y ese es su acto final, una reconciliación con su propia vida y con su madre, cuya imagen ve ahora diferente después de conocer en profundidad al personaje de la madre de Pleasantville que tanto idealizaba.
Desde el principio de la película hasta el final, David sufre una transformación en amplitud de pensamiento y posicionamiento frente a la vida muy marcada. Se da cuenta de que el “paraíso”, en muchas ocasiones, no es tan maravilloso como uno se lo imagina, y que lo importante es hacer hermoso aquello que tienes, aquello que te rodea, porque es lo verdaderamente valioso, lo que uno ha de cuidar. También transmite el mensaje, con su actitud y acciones, de que, contradiciendo a lo que se suele decir, la ignorancia no da la felicidad, sino una ilusión de felicidad. Una felicidad muy leve y efímera si le la compara con la felicidad que da el saciar los anhelos del alma de cada uno, ser realmente quien se es.

1 comentario:

Unknown dijo...

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